El viernes a las cuatro de la mañana, Melina Juárez limpiaba cuidadosamente la última pieza de su décimo crimen “perfecto”. Se detuvo ante el brillante metal punzante sobre el que escurría una tímida gota de sangre perpetuándose en el reflejo de su hermoso rostro. Ahí mismo se vio quince años atrás, limpiando las manchas de sangre en su cara, luego de extirpar con sus propias manos el abundante acné que le hizo dueña de una frustración infinita y merecedora de múltiples apodos dolorosos que acompañaban rechazos.
La tarde del jueves escuchó un nuevo apodo en las noticias. Le habían nombrado la Muñeca Sangrienta y su fama de asesina serial se resumía en homicidios brutales y restos de víctimas finamente acomodados dentro de cajas de Barbie, con una pequeña tarjeta blanca en la que reposaba un beso rojo.
La figura de Barbie es un referente cultural traducido en la ilusión de muchas niñas que, desde pequeñas, crecen con la idea de un estereotipo de belleza. En Barbie ven el símbolo de la mujer moderna y exitosa. Pero qué se esconde tras esa mirada banal y superflua. Qué pasa con las niñas que no reúnen las condiciones físicas para ser una Barbie.
¿Existe el complejo Barbie?
La fotógrafa Mariel Clayton se va más allá de la inocente sonrisa para ver que esconde Barbie, y descubre “su lado oscuro”.
La serie, El lado oscuro de Barbie, deja a la vista el secreto más sangriento de la adorable muñeca, sacándola de su fachada perfecta y haciéndola protagonista de las más retorcidas ideas. Y es que en un mundo tan rosa, donde el ideal masculino se ve reflejado en un “Ken”, ¿Quién no podría volverse un asesino serial?
Cuando era niña, Melina siempre recibió de regalo hermosas muñecas que le ayudarían a reconocer exactamente lo que físicamente era contrario a ella. Su madre optó por esconderlas para evitar los trastornos que posteriormente podría llegar a sufrir, así Melina se acostumbró a jugar sólo con su imaginación y fijó como meta ser su propia Barbie.
Le tomó mucho tiempo, esfuerzo y dinero convertirse en una verdadera muñeca, pero logro ser el estereotipo de mujer ideal. La ex niña fea salió a la calle con el sabor que deja la venganza, se vengaba de un mundo que no le había dado nada. Ella construyó todo lo que era, y se sentía poderosa, superior, su belleza le pertenecía y hasta cierto punto le atormentaba.
Esa Noche en la Belle Epoque, se sentó a la luz de las velas, y le pareció distinguir en la barra a Santiago Bustillos, el verdugo autor de sus apodos adolescentes. Con un Cosmopolitan en la mano, se acercó y preguntó si en efecto se trataba de él. El hombre, con un gesto de asombro ante la despampanante Barbie, asintió y pidió otro trago para ella.
La policía llegó y ya había pasado al menos una semana, estaba todo completamente pulcro en la casa del sujeto que identificaron como Rubén Ponce, cuyos únicos restos reposaban dentro de una antigua caja de Barbie. Sólo un par de testigos le vieron salir de la Belle Epoque con una hermosa rubia que le confundió con un viejo conocido.